La liebre y la tortuga
Adaptación libre de la fábula de Esopo
Érase una vez …
…una Liebre muy presumida que siempre estaba pensando en las zanahorias y a la que le gustaba mucho burlarse de sus vecinos, sobre todo de la tranquila Tortuga.
Solía acercarse dónde Tortuga dormía la siesta. Entonces comenzaba a saltar alrededor y hacer muchos ruidos hasta que la despertaba. Riéndose y diciendo: «Despierta, que no me pillarás. Yo soy más rápida y más guapa que tú».
Normalmente Tortuga no le hacía mucho caso, porque sabía que Liebre era aún demasiado joven y tenía que aprender el valor de la paciencia y la constancia.
Pero un día que le dolían las muelas, le sentó muy mal que la despertará cuando acaba de dormirse. Así que le dijo: «Te reto a una carrera. Ya veremos si eres tan rápida «.
Liebre la miró con cara de asombro y con cara de guasa le contestó: «Claro, viejita. Ahora mismo, si quieres.»
Comienza la carrera…
Tortuga comenzó su camino despacito, pero sin pausa. Liebre la miró y como tenía hambre se fue a comer. Pensó que ya la alcanzaría después.
Al terminar de comer hacía calor y Liebre comenzó a tener sueño. «Bueno, una siesta y luego la alcanzo.» Pensó.
Pero la siesta se alargó y de que Liebre despertó ya casí había caído el sol. Empezó entonces a correr.
Al rato vió a Tortuga, pero estaba aún muy lejos.
Intentó alcanzarla y corrió y corrió, pero de nada le sirvió. Tortuga llegó antes a la línea de meta.
Al llegar Liebre estaba avergonzada. Le había ganado una Tortuga.
Tortuga le dijo: «Sabía que esto iba a pasar, eres muy descuidada y presumida. Así que a partir de ahora déjame dormir la siesta y no tendré que recordarte ante todos este día.»
Recuerda: El esfuerzo y la constancia siempre tienen su recompensa.
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